Esta “Pequeña maravilla” de Alberto Palomera recrea el universo Duchampiano para mostrar la banalidad, mediocridad y sobre todo el vacío del hombre contemporáneo. La obra está compuesta de un rollo de papel higiénico y un asa de porcelana engarzada al frágil papel. El resultado, es una taza o pocillo sin fondo. Se podrían extraer muchas lecturas de esta sencilla obra (pero compleja idea) todos debemos saber, que menos es más y que una buena obra de arte es “el resultado sencillo de una idea compleja”. Podemos hablar de fragilidad de la sociedad actual, de porquería y suciedad, de decadencia, de soledad, de vacío…serían interminables los conceptos que nos sugiere la mera contemplación; el vértigo que nos produce, solo el pensar que al derramar líquido en su interior, no quedará una gota y si insistimos en beber, la autodestrucción está asegurada, el papel higiénico (he dicho bien, “higiénico”) limpiará todo rastro. Podríamos seguir, parece mentira que algo tan simple pueda dar pie a una tesis. Habrá que desarrollarla.
Para ilustrar esta “Pequeña maravilla”, hablemos un poco de “la fuente”:
El siglo XX asistió a una verdadera revolución del objeto artístico y, por tanto, de la obra artística y de su estatuto de objeto casi de culto. Los objetos cotidianos pasaron a tener un carácter artístico, al ser transformados por la demiurgia de Marcel Duchamp y sus ready-made en una ironía demoledora. Duchamp, adquirió este urinario masculino en un establecimiento de la Quinta Avenida de Nueva York, es del tipo Bedfordshire Plano, de porcelana, fabricado por J.L.Mott (el equivalente a Roca entre nosotros), lo firmó con el seudónimo de R. Mutt, y dándole un giro de 45 grados lo convirtió en una "Fuente", o en un Buda, o en la silueta de una virgen sedente con el niño. La obra titulada «Fontaine», la presentó a la exposición de artes de la Society of Independent Artists, en 1917.