lunes, 30 de noviembre de 2009

VACÍO PERFECTO

VACÍO PERFECTO
–Crítica de un cuadro inexistente- homenaje a Stanislaw Lem

Me gustaría saber quien lo pintó; tengo verdadera curiosidad por conocer al autor. A veces, es clave conocer la fisonomía del creador para desenmascarar la obra. Tengo alguna idea, pero todavía no quiero aventurar nada. El cuadro, representa el acto creativo en toda su esencia; muestra el proceso que recorre el artista desde la primera idea, hasta que decide retirar la mano. Es uno de esos cuadros que todo el mundo quiere ver, y que todos queremos tener. Al observar detenidamente la obra, vemos como el artista se demora cada vez más en terminar el cuadro, queda el rastro profundo de una huella indeleble, es una huida hacia dentro, una salida sin salir de la obra, un recreo interminable, en definitiva, un miedo, un pánico de escena que el artista posee cuando falta la decisión a la hora de finalizar. Corregir la trayectoria de un trazo, es fundamental, sobre todo, si se tuerce a la diestra de la obra; para eso, existen los “arrepentimientos”, que subyacen bajo las capas de pintura y que vemos en rayos x. Por ejemplo: un brazo que miraba hacia la derecha, el artista se arrepiente a última hora, ve el abismo que se le avecina y lo gira a la izquierda, en un acto de libertad sin límites. Sucedía lo contrario en épocas pretéritas, donde el pintor estaba privado de las libertades de expresión que hoy gozamos (a medias; la censura siempre campea en el horizonte de la creación), ese artista, tenía que ocultar sus ideas y se las arreglaba para instalar mensajes cifrados y claves en la obra, que eran ocultas para las mentes ciegas. Estos rastros son muy importantes cuando se dejan entrever en la imagen, y no se borran del todo, así emerge, como ocurre en este cuadro, el abocetado como valor, que da movimiento y demuestra que no acabar la obra, lejos de perjudicarla, la engrandece. Todos estos registros son el mapa que muestra el viaje del artista en el proceso de creación. Todo apunta a que el trazo está realizado con la extremidad zurda y con pinceles hechos a mano por el propio pintor; pinceles flexibles, de pelo muy largo, probablemente humano. Casi con toda seguridad, el artista ha utilizado técnicas orientales, ha cogido un largo pincel, similar a una caña y ha trazado con su mano siniestra, líneas quebradas, temblorosas y sinuosas que salen directamente del alma. El gesto, no es de muñeca; surge directamente del hombro izquierdo con la fuerza y el impulso del motor que insufla la vida. El cuadro habla del acto creativo y desde la creación del mundo, nos están diciendo qué tenemos que hacer, y qué cosas son las que nos convienen. Pero el hombre como ser contradictorio e imperfecto que es, le gusta lo que no se puede conseguir fácilmente. Es innato al ser, codiciar lo que no tiene y gustarle lo que tiene el otro o lo que hace la otra. Quizá sea una búsqueda insaciable de placeres, o simplemente demuestre que el hombre siempre está abierto al misterio y a emprender nuevos caminos, Para que la especie avance, tiene que existir una gran curiosidad y además debe darse la condición de aventura y no tener ningún miedo de adentrarse en senderos prohibidos para aprender desde la experiencia. Este cuadro tiene la capacidad de hacer visible lo invisible, de crear un Vacío Perfecto, pero no lo confundamos con una aproximación al vacío absoluto  10 - 5 N / m ², esto es algo más; es una extraña soledad, como la de aquel que por alguna razón, fuera capaz de ver todas las estrellas a la luz del día. Nadie le va a entender, porque se encuentra al margen, en la orilla izquierda remontando la ría, va, del fin al principio; arribar en la inmensidad de un mar común, no es el papel que tiene designado este artista, que indaga en otras realidades y nos ayuda a mirar y nos adelanta propuestas que solo serán entendidas en tiempos venideros. Parece un pintor comprometido con lo que hace, nada a contracorriente, y asciende en sentido inverso al establecido. Hacer que la obra funcione, es siempre un riesgo, riesgo que este pintor corre porque sin ventura no hay libertad. En su obsesión febril, produce un cuadro que es el resultado de una interminable suma de rectificaciones, de arrepentimientos debidos a su ansiedad compulsiva por la perfección; cree entrar en la tierra prometida, transgrede las normas y practica la mística de la lucidez y se asoma a lo real, en una reconciliación con la naturaleza que va más allá de las antinomias de la razón. Por último, me veo en la obligación de animar a las autoridades, a instalar a perpetuidad este cuadro en un museo; y me atrevo a decir que debe ser la única obra presente. Un museo con un solo cuadro, un museo vacío, un museo perfecto.

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