lunes, 30 de noviembre de 2009

LÁGRIMAS DE DESEOS

Lágrimas de deseos
No sé si a vosotros os pasa, pero los mejores planes son los improvisados, aquellos que no se han planificado. Son los que más se disfrutan por aquello de la sorpresa y la inmediatez de la ejecución. No da tiempo a preparativos sesudos y la espontaneidad es su valor. Por otro lado, todos sabemos que planificar un viaje tiene su interés, se reúne información del lugar y poco a poco, sobre el papel se saborea la marcha que se vivirá entre calores y colas, pero, estaréis conmigo que se vive dos veces y de distinta manera. Algo parecido a cuando de chaval veía las reproducciones de los grandes cuadros y esculturas en los libros de texto y años más tarde los descubría en todo su esplendor en los museos. Se producía el pálpito del original, un estremecimiento extraño y agradable, la memoria se trasladaba a paisajes adolescentes, siempre verdes. Pero de lo que ahora quiero hablar es del “no plan” que se convierte por arte de magia en “el planazo”. El verano se presta a cosas extraordinarias y se viven días especiales, quizá por la holganza del cuerpo, se siente una simpatía natural y espontánea hacia lo desconocido y misterioso. Este verano, de la manera más (natural y espontánea) se nos ocurrió a un reducido grupo de amigos que sería buena idea citarnos en un lugar a oscuras, un descampado – que nadie piense mal- para ver en todo su esplendor “Las Lágrimas de San Lorenzo”, las Perseidas, que los que no sabemos de astronomía las llamamos “estrellas fugaces”. Era la noche del 12 de agosto y la prensa prometía un festín de lágrimas alegres. Y nosotros en nuestra querida Mundaka, elegimos un marco incomparable junto al rumor del mar y el silencio del cielo para realizar el mágico encuentro. A la luz de unas pequeñas velas puedo decir sin temor a equivocarme, que el adulto se convirtió en niño por gracia de las estrellas y el niño fue más niño que nunca. Todos queríamos ver estrellas de larga cola y los niños fueron los primeros en verlas tras las nubes (son expertos en la mirada) gritaban, yo he visto 3, yo 7, pues yo 10, todos pedíamos deseos y no se los contábamos a nadie, porque dicen, que sino no se cumplen. De pequeño me enseñaron que contar siete estrellas y pedir un deseo traía buena suerte. Es una maravilla pedir deseos que se cumplen más si se desea con intensidad y fe. Es mejor que hacer propósitos que nunca se realizan. Planes así, que no son planes sino encuentros en alguna fase y no tiene porque ser la tercera, habría que repetir en invierno, porque personas y naturaleza aún pueden estar en armonía.

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